Esta crónica y la propia Ultra está dedicada a mis padres y a Mar, sin los cuales esta locura no hubiera sido posible.
Gracias.
PRIMER DÍA
Viernes 8 de
junio a las siete de la mañana. ¿Qué hacemos veintitrés “valientes” con dorsales en la plaza del campanario (Plaza de Santa
María) del municipio de Puigcerdá? Pues ni más ni menos que enfrentarnos a una
carrera de montaña non-stop y en semi-autosuficiencia de cerca de 200 km (215km exactamente estaban previstos) y
18.000 metros de desnivel acumulado, la I Volta Cerdanya Ultrafons.
Hace cinco
días esto, por distintas circunstancias, se salía de mis planes… y sin embargo
ahora me encuentro aquí casi de forma improvisada, dispuesto a tomar la salida
de la primera prueba de estas características en geografía hispano-francesa.
Este
ultra-trail es único en muchos sentidos… como dirá Juan, que será uno de mis compañeros de fatigas durante la ultra,
normalmente eres tú el que vas a desearle a los favoritos o a los campeones
suerte en la carrera, y aquí es al contrario: el campeón del mundo Kilian
Jornet viene por la mañana temprano a la salida y nos desea suerte a nosotros para
lo que se nos viene encima; todo un privilegio.
Más caras
conocidas: Francisco Contreras “Superpaco”
de ni más ni menos que 74 años, con el que ya he coincidido en cuatro ocasiones en los 101km de
Ronda, se encuentra junto con su hijo Francisco en la salida dispuesto a
meterse entre pecho y espalda esos cerca de 200km con su indumentaria “deportiva” habitual: pantalón largo,
camisa de botones, sombrero de paja y garrotes de madera a modo de “bastones telescópicos”. Recuerdo las risas que nos arrancaron sus palabras en el briefing del día anterior cuando
le preguntaron hasta dónde iba a llegar en la VCUF: "Bueno, esto es como un plato de callos; yo como y cuando me canso, los dejo…”.
Me hago una mítica foto con Kilian y con Francisco Contreras, Super Paco -sólo por esta foto ya merece la pena haber venido hasta aquí-, y me dirijo a entregar las dos bolsas al a organización para que las lleven a Martinet y a Malniú.
Tengo la sensación de hacer Historia… no había participado nunca en la primera edición de una ultra, y tenía ganas; por fin lo he conseguido, ¡y de qué manera!, inscribiéndome a una de 215 km ni más ni menos. Por quién la organiza, por su gran distancia, por su vocación internacional, espero y creo que esta prueba terminará convirtiéndose en un referente; y si es así, podré decir que soy uno de los veintitrés “valientes” (palabras del propio Kilian) que tomaron parte en la primera edición, casi me siento como uno de los “padres” de la prueba…
Tengo la sensación de hacer Historia… no había participado nunca en la primera edición de una ultra, y tenía ganas; por fin lo he conseguido, ¡y de qué manera!, inscribiéndome a una de 215 km ni más ni menos. Por quién la organiza, por su gran distancia, por su vocación internacional, espero y creo que esta prueba terminará convirtiéndose en un referente; y si es así, podré decir que soy uno de los veintitrés “valientes” (palabras del propio Kilian) que tomaron parte en la primera edición, casi me siento como uno de los “padres” de la prueba…
El día
anterior en el briefing nos han informado
de que el recorrido se ha tenido que modificar por algunos problemas insalvables
con la burocracia francesa… de los 215 km iniciales nos quedamos en unos 188km;
lo que nos contraría a todos los participantes, que buscábamos superar esa
barrera de los dos centenares de kilómetros. En compensación, la organización (su trato durante toda la prueba es fenomenal, casi familiar) nos informa de que el año que viene estamos invitados en la inscripción a la
segunda edición, algo que agradecemos todos… aunque bien pensado, y teniendo en
cuenta la distancia de la prueba, ¡no sabe uno si tomarse esto como un regalo o
como un castigo…!
Tras hacernos
las fotos de familia, Kilian nos da la cuenta atrás y ¡listos!, ya estamos
corriendo por las calles de Puigcerdá mientras un vehículo policial nos abre
paso y escolta. Los primeros kilómetros apenas se notan , va uno saludando al
público que observa, chocando la palma a algún niño por el camino… y cuando nos
queremos dar cuenta, ya estamos fuera del municipio y empezamos a coger campo,
que es de lo que se trata.
Los primeros
kilómetros los corro con el grupo de cabeza; voy bien y sé que no estoy malgastando
fuerzas. Sin embargo más adelante y con las primeras cuestas soy consciente de
que no debo forzar –tenemos 1200 m de desnivel positivo delante para empezar- y
voy quedando atrás de dicho grupo. Así, me junto con Joan, con el que había
coincidido el día anterior en el briefing
y que me había hecho el favor de venirme a recoger a mi hotel por la mañana con
el coche para subir a la salida de la prueba. No nos separaremos hasta más de
ciento cuarenta kilómetros después.
Al poco rato
se une al grupo –y ya somos tres- Juan, de Castellón. Hacemos un grupo
bastante compacto que hará el ochenta y cinco por ciento de la prueba junto; formaríamos
un buen equipo si algún año se abre esa modalidad.
De los tres
soy el que más experiencia tiene pues soy el único
que ya ha superado en alguna ultra anterior la distancia de las cien millas.
Juan se ha inscrito a esta prueba con las mismas motivaciones que yo, por ser
la primera edición de una ultra única. Joan me había sorprendido antes
diciéndome que se había inscrito a esta prueba porque le parecía “asequible” ¿¿¿¿????, y anteriormente no
había hecho más de 85 kilómetros…
En fin, los
primeros kilómetros van pasando tranquilamente, estamos frescos y queda mucho
camino por delante… subidas y bajadas en lo que será la tónica de la prueba;
pasamos por Pla de les Forques, bajamos a la Molina, subimos hasta un avituallamiento
líquido y después continuamos una dura subida hasta los 2000 m de altitud,
donde entre frío y viento nos encontramos un control.
Lo siguiente es un fuerte descenso de 1000 metros
que acometemos a toda velocidad entre sendas y pistas de esquí hasta llegar al
kilómetro 34, a Alp. Allí encontramos el primer avituallamiento importante en
el que quizá nos paramos –como en el resto que vendrán después- demasiado
tiempo; pero vamos bien, llevamos unas dos horas y media de ventaja sobre los
tiempos de corte. Emprendemos de nuevo la marcha cuando vemos llegar, ante
nuestra sorpresa, a un imparable Superpaco que aparece corriendo como si
acabara de empezar la prueba con los garrotes enganchados en las manos y
sonriendo…
Cogemos una
pista forestal que pasa por detrás de unas urbanizaciones y continuamos nuestro
camino, atravesando unos túneles o tuberías que nos producen un cierto mareo
por el efecto visual que provocan los anillos que los conforman interiormente
al atravesarlos casi a oscuras. Continuamos subiendo por una pista, llegando
más tarde a Nas, que se encuentra aproximadamente en el kilómetro 52. Hace un rato que he
empezado a notar molestias en la pierna izquierda, y eso no me gusta: la última
vez que me pasó fue hace un año en la Ehunmilak de 168 km y terminé la prueba
cojeando y con un esguince.
Ahora afrontamos una bajada en la que tenemos que atravesar unas cuatro o cinco veces un
torrente de agua, para ascender después por una pista asfaltada hasta llegar a
Montellá. Continuamos nuestro camino por un sendero antiguo que pasa por unas
masías subiendo a Estana, donde un señor nos ofrece pan con tomate y longanizas
que sabe a gloria (yo repito un par de veces).
A continuación
descendemos muy rápidamente pasando por Beisec, un pequeño pueblo donde nos dan
galletas con nocilla y desde donde nos acompaña corriendo un niño durante un
kilómetro hasta que más abajo le recoge su padre con el coche para volverle a
subir y repetir el recorrido con los siguientes corredores.
El final de
nuestra alocada bajada lo hacemos casi a oscuras, porque nos hemos empeñado en
llegar a Martinet (km 82) de día, y aunque acaba ahora mismo de anochecer
seguimos corriendo rápidamente y no sacamos los frontales. Se puede decir que
llegamos allí cuando cae definitivamente la noche, tras una buena carrera casi a oscuras en la que tras algún tropezón hemos estado a punto de terminar de bruces en el suelo.
PRIMERA NOCHE
Este es el
primer punto importante de la prueba: aquí hemos podido dejar una bolsa, hay
avituallamiento sólido, y se puede dormir. Juan aprovecha para curarse las
ampollas que le han salido con el botiquín que le trae su mujer, con la que
hemos coincidido en varios puntos del camino cercanos a los avituallamientos en
los que ha aprovechado para sacarnos alguna foto. Yo procuro abrigarme, comer,
y copiar el perfil de la prueba que lleva Juan sacado del último track que nos
ha mandado la organización el día anterior, con las modificaciones finales;
pues el que llevo yo es anterior y me puede servir como cierta referencia pero
no se ajusta del todo a la realidad. También aprovecho para dar casi las
primeras noticias de mi situación por facebook, algún mensaje de móvil y hasta
una llamada infructuosa.
Es de noche,
hace frío, y debemos reemprender el camino. De nuevo me da la sensación de que
hemos permanecido demasiado tiempo en este avituallamiento, pero me repito que
no he venido a competir sino a terminar y no le doy demasiada importancia; al
fin y al cabo la barrera horaria en este punto –cierre de control- es las 06:00
del día siguiente y nosotros hemos llegado varias horas antes. Me preocupan
mucho más las molestias en la pierna izquierda, que cada vez son mayores.
Nos espera una
subida por la noche de 1200 m de desnivel positivo. Pasamos primero por un
camino antiguo que cruza una carretera secundaria unas tres veces, subiendo a
Lles de Cerdanya donde nos encontramos un pequeño avituallamiento.
Continuamos
subiendo por un bosque, por las pistas de Aransa, pero esto no termina de ascender… tenemos que llegar a los 2100 m de altitud y el terreno que nos hemos
encontrado ha ralentizado mucho la marcha: constantemente topamos con
arroyuelos, con suelo encharcado y embarrado en el que hay que pararse para
pensar bien dónde da uno el siguiente paso, y eso sin ver demasiado bien porque es de noche y sólo contamos con la luz de los frontales.
Pisar mal puede significar empaparse el pie y eso no es nada recomendable con
las bajas temperaturas que hacen ahora. Para rematar, durante un tramo anterior
he perdido mis guantes, aunque Juan me deja otro par que llevaba de repuesto en
la mochila.
En un momento
del camino nos encontramos una situación algo extraña: vemos aparecer un
vehículo todoterreno con un remolque lleno de panales de abejas del que se
bajan dos personas con mono y una chica que nos saludan. Todo esto en medio del
bosque, en medio de la noche… tras una breve conversación con ellos –en que la
chica nos indica que es del “pueblo de la
marihuana”- continuamos nuestro camino ascendente con la duda de si lo que
hemos visto es real o el cansancio y el sueño está ya haciendo demasiada mella
en nosotros.
Por fin parece
que dejamos de subir… nos topamos con un grupo de guardias civiles con sus
vehículos que nos indican por dónde seguir; lo siguiente es una pista forestal
en la que el sueño nos puede a los tres, de tal manera que vamos avanzando como
zombies dando tumbos, en zigzag, de un lado a otro del camino. Trato de luchar
contra el sueño pero es imposible, me mojo la cara, abro enérgicamente los
ojos, pero al rato se me vuelven a cerrar…
Optamos por
parar un momento y sentarnos a dormitar pero a pesar de que ya nos hemos puesto
todas las prendas de abrigo que llevamos –camiseta de manga corta, segunda
capa, chaqueta impermeable, gorro, guantes, pantalón impermeable, braga…- el
frío nos puede y a sugerencia de Juan optamos por continuar.
Los efectos
del sueño hacen mella en todos, y también en el propio Juan, que empieza a
dudar de la conveniencia de seguir en tales condiciones… le animo diciéndole
que por experiencia el sueño, al igual que viene, se va; y que en el momento en
que amanezca comprobará cómo de nuevo estamos los tres completamente despiertos
y acelerando la marcha.
Lo siguiente
es llano y cuesta abajo y llegamos a un pequeño refugio bajo cuyo porche nos
protegemos un momento para que Joan guarde algo en la mochila; una chica que
estaba dentro del refugio nos ofrece guarecernos del frío dentro… pero debemos
continuar, y ya ha amanecido. Así que rápido emprendemos la marcha y, tras un
rato interminable, por fin asoma a nuestra vista el Refugi Cap del Rec, sobre el kilómetro 106.
SEGUNDO DÍA
Allí
recuperamos fuerzas y coincidimos con otro corredor que se había perdido del
grupo con el que iba. Vuelvo a pensar que permanecemos demasiado tiempo y, como
si de una situación cíclica se tratara, a lo lejos asoman Superpaco y su hijo:
¿¿cómo puede ser?? Este hombre debe de ser de otro planeta… rápidamente nos
disponemos a seguir la ruta recuperados todos ya del sueño sufrido, y con Juan
más animado a ese respecto; aunque las ampollas vuelven a castigarle en los pies.
Nos dirigimos en un rápido descenso de 1000 m de desnivel negativo, con algún repecho, a Prullans (kilómetro 122) y para ello debemos atravesar una zona de unos dos kilómetros y
medio de asfalto que hacen aflorar los mejores sentimientos de Joan y de Juan…
yo lo soporto sólo un poco mejor, puesto que estoy bastante acostumbrado a
correr en el asfalto de Madrid.
Durante el
camino Juan empieza a desanimarse de nuevo: nos invita a ir más deprisa y no
esperarle, aunque no le hacemos caso. Trato de animarle indicándole que ya ha
comprobado cómo el sueño desaparece igual que aparece –pues en la zona de
asfalto nos había vuelto a atacar-, pero me dice que ya no sólo es problema de
sueño sino de las ampollas que le van a hacer imposible continuar las decenas
de kilómetros que restan de camino.
De esta manera
cuando llegamos a Prullans se realiza una nueva cura pero ante el aspecto de
sus pies, y teniendo en cuenta que quedan casi 70 kilómetros por delante, nos
indica a Joan y a mí que aunque se lo va a pensar en principio va a abandonar.
Le decimos que le esperamos a que se lo piense bien, pero nos dice que no, que
sigamos adelante, que ya verá él.
Así se
disuelve el grupo y continuamos Joan y yo subiendo –para variar- por un camino
que se convierte en senda, en la cual pierdo las gafas de sol; Joan me dice que
vuelva para atrás y, aunque no tengo muchas ganas porque ya las doy por
perdidas, le hago caso. No las encuentro y cuando ya voy a parar para volver de
nuevo hacia delante, las veo a lo lejos en el suelo… ¡qué suerte!
A continuación
atravesamos un bosque para llegar a Meranges, donde nos espera otro
avituallamiento sólido y una subida de más de 600 m de desnivel positivo en
apenas 3 kilómetros… con casi 140 kilómetros ya en el cuerpo. Allí nos
enteramos de que Juan finalmente no ha abandonado y ha continuado el camino,
pero que al poco ha llamado a su mujer para indicarle que definitivamente
abandona en este punto, en Meranges.
Mi pierna
izquierda cada vez está peor y ya empiezo a cojear en algunos momentos… puedo
marchar rápido, pero a costa de abstraerme del intenso dolor que me provocan
las ampollas de los pies –que he preferido no ver evitándome quitarme las
medias de compresión en Prullans- y el esguince que me temo se está fraguando
en esa pierna izquierda.
Pues bien, en
esas circunstancias tenemos que subir por una zona en la que se organiza un
kilómetro vertical, con el fortísimo desnivel indicado anteriormente. Joan tira
millas por una pista asfaltada realmente empinada y yo trato de no perderle.
Más adelante seguimos por un camino y luego por una senda, siempre muy
verticales, hasta que llega un momento en el que Joan se ha descolgado algo más
adelante y yo le pierdo y hasta pierdo el camino.
Trato de
localizar alguna baliza hasta que por fin doy con una, pero me he salido de la
senda –que ya apenas estaba marcada- y me es difícil retornar a ella. Tengo que
pasar por encima de arbustos, engancharme a rocas, pasar por debajo de ramas
imposibles… se hace realmente complicado salir de allí, y tampoco estoy en las
mejores circunstancias para reptar ni escalar.
Al fin consigo
llegar a la baliza y reemprender el camino, y algo más arriba veo a Joan que me
está esperando. Continuamos juntos consultando en el GPS la altitud a la que estamos para
saber cuánto nos falta hasta el Refugi
Malniu, a 2138 m, en un camino que no parece terminar nunca; y que sigue
subiendo, aunque gracias a Dios con un desnivel algo menos pronunciado.
¡Por fin!
Llegamos a Malniu, donde conversamos
brevemente con una patrulla de la Guardia Civil… nos acercamos al refugio
(tiene terraza, y si no fuera porque decidimos ducharnos allí y ya sería perder
mucho tiempo, me hubiera pedido una cerveza fresquita…) y recogemos la bolsa
que habíamos entregado para ese punto.
Al ducharme compruebo cómo tengo una inmensa ampolla ensangrentada en el dedo
meñique del pie derecho, amén de otras cuantas sin sangre en ambos pies. A
duras penas me ducho y me cambio, aprovechando para realizar una rápida cura de circunstancias de las ampollas.
Cuando salgo
de la ducha y vuelvo a donde está Joan me encuentro una grata sorpresa… ¡Juan
al final no ha abandonado y se encuentra allí con nosotros! Nos comenta que le
han dado ánimos -su familia, sus amigos…- y que ha decidido continuar; y que a
pesar de que la subida se le ha hecho muy dura, ahora está firmemente dispuesto
a terminar la ultra. Tanto es así que parte por delante nuestra.
Al poco y ¡de
nuevo con la aparición de Superpaco y su hijo! Joan y yo continuamos la marcha tras
haber utilizado unos cuarenta minutos en este punto. Pienso que de nuevo es muchísimo
tiempo, pero la verdad es que agradezco inmensamente la ducha: me siento como
nuevo (al menos estos primeros kilómetros) y de hecho salimos de allí Joan y yo
corriendo a un buen ritmo de unos 6’ el kilometro, que para llevar casi 150 km
en las piernas no está nada mal…
En esto Joan
me informa que nos ha adelantado un francés que pensábamos que había abandonado
muchos kilómetros atrás, Gerrit; y que otras dos participantes –Bridget y
Andrea Sasikova- habían llegado al refugio mientras me duchaba, aunque
continuaban allí. ¡Es increíble: 150km después nos hemos reunido la mitad de
los participantes de la ultra en un mismo punto!
Esto parece el
sálvese quien pueda y, como hacía tiempo que pensábamos que podíamos entrar en
el top ten, metemos velocidad de crucero para tratar de volver a cobrar
ventaja.
Por el camino
y ya en bajada adelantamos a Juan, que ha dejado de correr; también adelantamos
al francés. Yo trato de seguir a Joan pero mi pierna izquierda no me deja,
definitivamente voy cojeando… corriendo pero cojeando, sobre todo porque es
cuesta abajo. En los llanos y en las subidas lo llevo mejor, pero todo este
tramo es descendente (1000 metros de desnivel negativo) y tras unos kilómetros
me doy cuenta de que es imposible, y desisto de correr más en descenso; de
manera que mi sociedad con Joan se rompe definitivamente y ya no le volveré a
ver hasta el día siguiente.
Veo que Juan sigue muy cerca detrás de mí así
que en un pequeño puente le espero unos instantes para continuar la marcha
juntos: algo del pequeño grupo de tres participantes que casi iniciamos la
ultra juntos sigue vivo.
Llegamos a Ger
donde Víctor, amigo de Juan que ha sido pieza clave en que no abandonara
finalmente, se une oficialmente a nosotros –la organización de la prueba
permite un acompañante en los últimos 35 kilómetros-. Emprendemos de nuevo el
camino en una serie de kilómetros llanos con algunas subidas o bajadas menos
pronunciadas que las que acabamos de sufrir.
En estos
momentos empiezo a pensar que de ésta me jubilo… no merece la pena tanto
sufrimiento: me duelen los pies por las ampollas, me duele el tobillo, por el
que casi voy cojeando, me duele todo el cuerpo en general y tengo mucho sueño…
estoy muy cansado, y todavía me quedan decenas de kilómetros de subida y de
bajada y casi una noche perdido por esos campos de Dios, entre España y
Francia.
Además, noto cada vez más los efectos del sueño, me cuesta pensar y localizar las balizas, y eso ahora que cae una nueva noche puede ser hasta peligroso…
SEGUNDA NOCHE
Nos estamos
acercando a la zona francesa y, efectivamente, cruzamos la frontera por caminos
y sendas para llegar a La Tour de Querol
e iniciamos -ya caída la segunda noche- un fuerte ascenso de 400 m de desnivel
positivo en el que Víctor nos lleva para arriba sin parar, y en el que yo tengo
que hacer un esfuerzo de dignidad para no pedir más de un descanso en medio del
ascenso. Esto no acaba nunca, con cada paso adelante a buen ritmo pego un
resoplido, y de vez en cuando miro para arriba para ver si se atisba algún
final; pero allí no se ve más que más senda ascendente y piedras que no
terminan nunca. Finalmente Juan y yo cumplimos como jabatos hasta el fin sin realizar
ninguna parada.
Pasamos por
Bena, Franes y Bangoli, pequeñas zonas casi deshabitadas, y afrontamos la
subida a la ermita de Santa María de Bell-lloc, para llegar finalmente a un avituallamiento
entre cansancio, noche, viento y mucho frío.
Lo siguiente
es ya una sucesión de kilómetros en la que la distancia y el sueño hace cada
vez más mella sobre nosotros; especialmente sobre mí, que vuelvo a caminar en zigzag
por una pista descendente hasta el punto de que me tienen que preguntar si
estoy bien. Sí, lo estoy, pero con mucho sueño. Llevo rato abrigándome y
desabrigándome constantemente, según el ritmo de la marcha, pues el frío es
intenso pero en las subidas sin piedad el movimiento hace que el cuerpo entre
en calor y sobre la chaqueta impermeable.
Ya no sé ni
cuántos kilómetros llevamos, ni cuántos quedan… calculo que aún restan unos 15
o 20 kilómetros, que a estas alturas de la prueba se presentan como 50 o 60.
Afrontamos una fuerte bajada por un terreno lleno de piedras que nos hacen ver
las estrellas a Juan y a mí. Ambos llevamos los pies llenos de ampollas, él
tocado el cuádriceps y yo muy mal el tobillo izquierdo. La bajada se hace
durísima e interminable.
Tras pasar por
Ur por fin llegamos a Llivia, municipio español en territorio francés, donde un
gran pabellón polideportivo con comida, bebida, colchonetas y atención
sanitaria invita a quedarse un buen rato. Pero a pesar de todo aún estamos
bastante enteros –para los kilómetros que llevamos encima- y, tras unos breves
comentarios con Eduard, organizador de la prueba, seguimos adelante con el
único objetivo de llegar a meta.
En los
siguientes kilómetros tenemos que afrontar dos pistas que se hacen eternas, y
que en la oscuridad de la noche despiertan de nuevo el sueño pues la visión del
suelo de la pista constantemente igual con la luz del frontal, unido a dos
noches sin dormir y el cansancio de casi doscientos kilómetros de marcha,
ejerce un efecto hipnótico que nos lleva a caminar de nuevo dando tumbos.
Yo consigo
sobreponerme acelerando el paso y hablando, pero Juan va bastante tocado por el
sueño, de manera que tenemos que esperarle en algunas ocasiones y animarle a
acelerar el paso. Procuro hablarle, darle conversación para que a su vez él
hable y se despeje, y en ocasiones lo consigo.
Por fin llegamos
a Bourg Madame, pueblo francés fronterizo, y cruzamos la aduana para entrar de
nuevo en territorio español… sólo nos queda llegar a Puigcerdá y subir a la
meta, a la plaza del campanario, el mismo sitio donde casi cuarenta y cinco
horas antes habíamos tomado la salida.
Víctor tira de
nosotros, su ayuda es impagable… Juan sigue algo tocado pero continúa avanzando
cual jabato. Tanto él como Joan me han sorprendido gratamente, las máximas
distancias que habían hecho anteriormente habían sido 110km y 85 km y han
superado este reto perfectamente.
O casi, porque
aún nos quedan los últimos kilómetros. “Esto
está hecho, ya estamos ahí”, voy diciendo varias veces para levantar el
ánimo. Pero nunca terminamos de estar ahí… es lo que pasa en los últimos
kilómetros de una prueba de este tipo, el cerebro tiende a intentar que la
prueba acabe ya, y las distancias se le antojan mucho más largas de lo que en
realidad son.
¡Por fin llegamos
a Puigcerdá! Vamos entrando en las calles que llevan a la meta… vemos las vallas
publicitarias que indican el pasillo por el que debemos entrar los corredores…
Víctor y yo animamos a Juan a correr y, aunque al principio no se muestra muy
de acuerdo, finalmente se arranca y enfilamos los últimos metros juntos a un
buen ritmo, ¡que no se diga que no podemos correr después de 190 kilómetros!
La meta está
ya ahí, una última recta y…
¡Somos Finishers
de la I Volta Cerdanya Ultrafons!
¡Octavo puesto compartido en esta primera edición! 34 inscritos, 23 nos presentamos a la salida, y 18 somos Finishers, tras 5 abandonos; lo hemos conseguido…
http://racesplitter.com/races/94A1BE730
¡Octavo puesto compartido en esta primera edición! 34 inscritos, 23 nos presentamos a la salida, y 18 somos Finishers, tras 5 abandonos; lo hemos conseguido…
http://racesplitter.com/races/94A1BE730
¡Hemos hecho
Historia…!